Los talleres de escritura grupales —principalmente con muchas personas— pueden no ser la mejor opción para quienes desean empezar o volver a escribir. La verdad es que no hay nada de malo en esos encuentros. Son espacios creativos que nos estimulan y nos inspiran, además de enseñarnos nuevas técnicas y herramientas, por supuesto. Son espacios para darnos cuenta de que no estamos solos con nuestras inquietudes, obvio que sí.
Pero mi cuestión con esa modalidad es que normalmente pocas personas comentan, preguntan o comparten sus escritos durante las clases, mientras que muchas se quedan en silencio y, por timidez, prefieren no compartir sus escritos, ni siquiera con los profesores. Ese comportamiento no siempre es porque los alumnos están atentos a lo que se dice y tampoco es por introversión. Hay algo más que les impide participar. Justamente me refiero a estas personas cuando digo que los talleres grupales pueden no ser la mejor opción.
El silencio y la timidez pueden resultar en una sensación de frustración por no haber aprovechado nada y de no avanzar con la escritura al finalizar la jornada grupal. También de sentirse perdidos o angustiados con todas las técnicas trabajadas en clase y de no saber cómo aplicarlas en sus escritos. Eso es lo que más escucho de mis alumnos, ni bien inicia la primera clase de escritura conmigo, o de conocidos y amigos sobre los cursos junto a otras personas.
Es común que pase esto, porque cada uno de nosotros tiene una historia y una relación diferente con la escritura que normalmente son afectadas por creencias (personales o sociales) que nos frenan a la hora de escribir y no nos permiten conectarnos con nosotros mismos, con la clase y con los demás, aunque haya el deseo de aprender o de volver a escribir.
Si bien participar de un taller es el primer paso para derribar esas creencias, las clases en grupo podrían no ser suficientes para identificarlas y trabajarlas antes de iniciar o a retomar la práctica y a atravesar un bloqueo de escritura. Por eso, a veces es necesario encontrar un espacio seguro para rebelarse contra esas creencias, entender qué pasa y qué se siente al momento de escribir o de compartir los escritos con otras personas.
Así que arrancar tomando clases individuales de escritura es ideal para salir de la zona de confort que las creencias proporcionan. Por ser un espacio más íntimo y personalizado, la persona encuentra las herramientas necesarias para dejar el silencio y la timidez a un costado para empezar a sentir más comodidad y confianza con las palabras. Luego, respetando sus tiempos, es posible crear una relación consciente con la escritura para participar de los talleres grupales como corresponde y disfrutarlos al máximo.
Rafa Aguiar
Este texto fue enviado originalmente a las personas que recibieron el newsletter Correo Ohlindero el día 23/8/2024.
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